CATALUÑA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
En febrero de 1808 dio
comienzo la penetración de los ejércitos franceses en Cataluña, que a la sazón
contaba con una población de 900.000 habitantes aproximadamente. Al principio,
los franceses sólo dominaban Figueras y la ciudad de Barcelona, pero poco a
poco, se fueron extendiendo por todo el Principado. En los inicios el Jefe del Ejército
de ocupación, general Duhesme, aplicó una política de mano dura, pero después,
habiendo recibido instrucciones al respecto, pasó a realizar una política de
atracción, “puesto que ha de actuar con la idea de que quiero unir esta
provincia a Francia”, según testimonio escrito del propio Napoleón. Los
manifiestos, proclamas y periódicos, aparecieron entonces escritos en francés y
en catalán. Vinieron una serie de funcionarios franceses jóvenes y bien
preparados para hacerse cargo de la dirección de la Administración Pública
y profundizar en la tarea de “afrancesar” a Cataluña. Esa política, unida al
hecho, que parecía irreversible, de los éxitos militares de los ejércitos
franceses, llevó a algunos catalanes, de las capas altas de la sociedad, a
aceptar el dominio de los invasores. Por decreto de Napoleón, de 26 de enero de
1812 Cataluña quedaba incorporada a Francia.
Pero, evidentemente, no
todos los catalanes estaban dispuestos a aceptar el mandato de Napoleón. La
gran mayoría se dispuso a combatirle.
M A N R E S A
Aunque con la lentitud
propia de la época, no cabe duda que las noticias del engaño a que fueron
sometidos los españoles por Napoleón, para adueñarse de ciudades y fortalezas
de nuestro país, también llegaron a Manresa. Esto, unido a las repugnantes
escenas de Bayona, donde se hallaba secuestrada la Familia Real española, en
1808, la abdicación de Carlos IV, como rey, a favor del intruso, y la epopeya
del 2 de mayo en Madrid, fueron causas más que suficientes para levantar el
patriotismo de los catalanes. Es decir, en esos momentos surgió una conjunción
de factores que, evidentemente, permiten dar una explicación razonable a la
sublevación popular.
Dueños de Barcelona los
franceses, el general Diezme mandó publicar un Bando que, entre otras cosas
decía: “Todo pueblo grande o chico que se atreva a levantarse, será privado de
sus privilegios y desarmado; y si en él se derramara la sangre francesa será
quemado y sus autoridades, que no habrán contenido la turbulencia, serán
juzgadas criminalmente…”
Entre otras
providencias, el citado general dispuso se comunicara a todos los municipios de
Cataluña la obligatoriedad de remitir a Barcelona todo el papel sellado que
tuviesen (se trataba del papel oficial que se utilizaba para redactar
documentos públicos) al objeto de devolverlo a los mismos ayuntamientos con una
inscripción que decía: “Valga por el Lugarteniente General del Reino”. El
Lugarteniente era el General Murat.
El día 2 de junio del
año 1808, a
la hora de mercado, llegó a la plaza mayor de Manresa un carro cargado con el
papel sellado que correspondía a ese ayuntamiento. Empezaron a descargar
paquetes para subirlos a las oficinas correspondientes, pero no tuvieron tiempo
de llegar. Un grupo de hombres decididos cogieron los paquetes y formaron una
gran hoguera, allí mismo, con dicho papel. Muchas payesas desmontaron sus
paradas por temor a la algarada, y numerosos forasteros que habían acudido
simplemente al mercado, se marcharon precipitadamente a sus lugares de origen
para contar lo sucedido. Al poco rato se abrieron las puertas de la balconada
del Ayuntamiento y salieron las autoridades locales, encabezadas por el Alcalde
y el Retor de la Seo,
llevando todos una cinta cosida en el sombrero con los colores de la bandera
española y gritando: “¡Viva la religión!...¡Viva Fernando!...¡Viva la Patria!” Acto seguido se
constituyó una Junta de Defensa, compuesta por el Gobernador, el Ayuntamiento,
varios ciudadanos notables y representantes de los Gremios de la Ciudad.
Esta Junta, previendo
las consecuencias que podría traer consigo el acto de rebeldía, determinó
organizar al pueblo para la defensa si fuera el caso.
En efecto. Los
franceses de Barcelona no podían pasar por alto un ultraje semejante; sobre
todo por lo que éste pudiera tener de ejemplo a imitar. En consecuencia, las
autoridades militares de ocupación decidieron que el día siguiente de los
hechos, 3 de junio, se organizara una fuerte columna de tropas que, en
dirección Manresa y Lérida, saldría el día 4 de Barcelona, llevando una orden
secreta (posteriormente conocida por los historiadores) que disponía un castigo
ejemplar para la Ciudad
de Manresa por haberse atrevido a quemar el papel sellado de los usurpadores.
Estaba claro que los gobernantes franceses querían atajar las conmociones
patrióticas de raíz, antes de que cundieran en otros lugares del Principado
donde el ambiente ya estaba caldeado. El castigo para Manresa tenía que ser
aleccionador por haber sido la primera ciudad de Cataluña que alzó bandera de
rebeldía.
E L B R U
C H
Mientras los militares
franceses se preparaban para salir hacia la ciudad rebelde, los manresanos se
aprestaban a la defensa. Se ocupaban en recoger todas las armas que había en la
ciudad y enviaban a buscar más a Santpedor y al castillo de Cardona. Se pidió a
la población que todo aquel que tuviese objetos de plomo, estaño, u otros
objetos de metal útiles para hacer balas de fusil, los entregaran. Así, tenemos
la anécdota de que fue precisamente un manresano, Manel Casanya, el primero que
inventó un proyectil de fusil de forma cilíndrica, al aprovechar varillas de
cortinas para hacer munición. Después se dieron cuenta que este proyectil era
eficacísimo para atravesar el peto metálico de los coraceros franceses. Los
escasos ciudadanos franceses que residían en la ciudad fueron encarcelados para
evitar el espionaje a favor del enemigo; y los presos comunes fueron puestos en
libertad con la condición de que luchasen contra los invasores.
Los manresanos,
sabedores de que la columna militar francesa, al mando del general Schwartz,
está en camino, convocan a Somatén, acudiendo también los de Vich, Igualada,
Santpedor...y otros lugares de la Comarca. Presididos
por las banderas de la Purísima Concepción, unos dos mil combatientes se
aprestaban a tomar posiciones, a primera hora del día 6 de junio, en lugares
estratégicos de El Bruch y de Can Massana, pasos entonces obligados para llegar
a Manresa desde Barcelona.
A media mañana, 3.800
soldados del ejército francés, con dos cañones y numerosa caballería, llegaban
a las inmediaciones de los citados lugares, siendo recibidos con una descarga
cerrada de fusilería y trabucos desde los pinares próximos. El inesperado fuego
cogió desprevenidos a los coraceros que hacían de avanzadilla y causó gran
mortandad entre ellos. La sorpresa desconcertó inicialmente a los franceses,
que, poco después, reaccionan y se ponen en orden de combate.
Entretanto los
somatenes, bajo la dirección técnica del teniente suizo Francisco Krutter,
siguen hostilizando a los franceses. Los paisanos se sienten cada vez más
fuertes porque van engrosando sus filas con nuevas incorporaciones. Ahora, en
plena batalla, aparecen los somatenes de Santpedor con su tambor batiente,
Isidre Llussá y Casanovas, de 16 años. Se enardecen los ánimos y, sin más
dilación, se pasa a un acorralamiento y persecución del enemigo logrando su
total dispersión. La victoria de los patriotas en la primera batalla de El
Bruch ha sido completa.
No menos lo fue la del
14 de junio, más empeñada si cabe, que la primera, porque el enemigo
escarmentado, venía con nuevas y mayores fuerzas y los somatenes tuvieron
tiempo de organizar sus compañías y proveerse de más y mejor armamento.
En estas acciones los
franceses tuvieron su primera derrota militar en España. Pero a partir de
entonces el general en jefe de las fuerzas de ocupación estaría siempre al
acecho de la ciudad de Manresa, que no pudo ocupar hasta el año 1810, en unas
circunstancias muy diferentes.
En efecto, como
consecuencia de la derrota del ejército español en Vich, el 20 de febrero de
1810, la defensa de la provincia (Cataluña) recayó en los somatenes. Pero
éstos, sin el apoyo de los militares, tenían pocas probabilidades de éxito en
operaciones bélicas. A partir de esta derrota de las armas españolas los
soldados de Napoleón se sienten triunfantes y se pasean por Cataluña con
jactancia. Recordando la afrenta sufrida en El Bruch, deciden acudir a Manresa,
donde hicieron su entrada la tarde del 16 de marzo con una fuerte División
compuesta por 7.000 infantes y 700 caballos. La ciudad de hallaba desierta. Sus
habitantes disminuidos y debilitados por la guerra, no pudiendo oponer la menor
resistencia, se habían refugiado en la montaña.
G E R O N A
Pero no solo en Manresa
fraguó la insurrección contra el francés. También tenemos las páginas gloriosas
de Gerona. Si a Manresa le cabe el honor de haber sido la primera ciudad de
Cataluña en rebelarse contra el usurpador, a Gerona le corresponde el de haber
obtenido los máximos laureles de fidelidad y heroísmo.
A principios de mayo de
1809 los franceses empezaron a ocupar los pueblos de los alrededores de Gerona.
El general español Álvarez de Castro previendo un sitio largo y duro aprestó la
ciudad para la defensa haciendo acopio de víveres y municiones, y tomando
aquellas providencias que estimó necesarias frente a lo que se avecinaba. Ante
el inminente cerco, el general Gobernador publicó este escueto Bando:
“Será pasado por las
armas el que profiera la voz de capitular o de rendirse”
Al poco tiempo el
general Saint-Cyr, con 18.000 soldados, se presentó ante la ciudad de Gerona,
que solo disponía de unos 5.600 hombres. El general francés le envió un
parlamentario indicándole que se rindiera, al que Álvarez de Castro respondió:
“No queriendo tratar
con los enemigos de su Patria, recibiría a cañonazos a cuantos parlamentarios
le enviasen”.
En agosto los franceses
tomaron el castillo de Montjuich, la principal defensa de la ciudad que queda
en un alto sobre la misma. Para entonces ya habían muerto las dos terceras
partes de sus defensores. El general español no quiso claudicar y mandó
construir barricadas y trincheras dentro de la ciudad, resistiendo dos asaltos
más de los napoleónicos. Sin embargo, en diciembre, agotado y enfermo el
general defensor, entregó el mando al brigadier D. Juan Bolívar.
Cuando la ciudad se
rindió, el 10 de diciembre, entre soldados y paisanos habían perecido unos
10.000 gerundenses. Pero la ciudad de Gerona no fue tomada nunca por asalto, a
pesar de los tres intentos, sino por el hambre y las enfermedades producidas
como consecuencia del cerco a que fue sometida por los franceses.
El general Álvarez de
Castro murió el 22 de enero de 1810, prisionero de los franceses, en el
castillo de Figueres, sin que se haya desvelado, todavía, si fue debido a
causas naturales o por envenenamiento.
De aquellas fechas data
esta cancioncilla que cantaban los defensores de Gerona:
“Digasme tú, Girona
Si te n’arrediràs
Lirom, lireta
Com vols que’m rendeixca
Si España no vol pas
Lirom fa la garideta
Lirom fa, lireta fa”
T A R R A G O N A
El 14 de mayo de 1811,
las tropas francesas del mariscal Suchet atacaron Tarragona. Esta ciudad, en
aquellos momentos, era la única plaza importante que quedaba en manos de los
insurrectos en Cataluña, recibiendo por su puerto la ayuda de los ingleses y
del resto de España; manteniendo muy vivo el espíritu patriótico de su
población.
Los franceses
destacaron para esta operación 15.000 infantes, 2.000 artilleros, y 700
zapadores minadores. En total 20.000 soldados. Siendo reforzados más adelante
por otros seis batallones (unos 4.000 soldados).
Al principio del sitio,
la guarnición de la ciudad estaba compuesta por unos 7.000 hombres escasos, de
ellos una tercera parte eran milicianos (paisanos armados), todos ellos bajo
las ordenes del Gobernador D. Juan Caro, hermano del famoso marqués de La Romana.
Tarragona se defendió
bien y resistió hasta el 28 de junio de 1811 en que fue tomada al asalto. A
partir de entonces los franceses dominaron todas las plazas importantes de
Cataluña. Una Junta de Generales reunida en Cervera (1 de julio) acordó la
evacuación militar de Cataluña.
A principios de 1813
los afectivos franceses en España empezaron a disminuir como consecuencia de la
derrota de Napoleón en Rusia, lo que permitió tomar la iniciativa a Wellington
y emprender una victoriosa campaña que culminó con las estrepitosas derrotas
francesas de Vitoria y San Marcial. El 13 de marzo de 1814 Napoleón concedía la
libertad a Fernando VII, que regresaba a España y el 11 de abril abdicaba
Napoleón.
B A R C E L O N A
(La llamada
“conspiración del Día de la
Ascensión”)
Diversos grupos de
patriotas de la ciudad de Barcelona, en conexión con tropas españolas del
exterior, prepararon un alzamiento que debía tener lugar a las 12 de la noche
del día 12 de mayo de1809, día de la Ascensión. Estaban
comprometidos unos siete mil barceloneses. Previamente se había comprado a los
comandantes del fuerte de Montjuich y de Atarazanas, quienes, a cambio de una
fuerte suma de dinero, se comprometieron a entregar dichas instalaciones.
Montjuich sería ocupado por los Migueletes del Llobregat; desde el castillo se
daría una señal, a las 12 en punto, para la sublevación general; pero pasó la
hora convenida y no se dio la señal desde Montjuich, ni tampoco el repique
general de campanas que sería la llamada a la sublevación. El general de las
fuerzas españolas en Barcelona, Gral. Coupygni, se había negado a autorizar la
acción de los Migueletes del Llobregat en el último momento. Luego se supo que
el capitán Provana, comandante del acuartelamiento de Atarazanas, había
denunciado la conjura a la policía francesa.
Pocos días después, el
2 de junio, tuvo lugar el juicio de los 18 principales encausados por la
conspiración. Los franceses tuvieron mucho interés en dar publicidad al proceso
para que sirviera de escarmiento. Hubo cinco penas de muerte. Los sacerdotes
Joaquín Pou y Juan Gallifa, serían ejecutados a garrote vil y los otros tres
ahorcados. El acto tuvo lugar en la explanada de la Ciudadela a las 4,30 de
la tarde.
Cuenta el historiador
Marcelo Capdeferro:
“A la hora de la
ejecución comenzaron a repicar las campanas de la catedral, con el típico sonido
de la llamada a los somatenes, quizá con la ilusoria esperanza de un
levantamiento popular que impidiera las ejecuciones. Los autores del hecho
permanecieron tres días escondidos en la catedral. Ante la promesa de perdón se
entregaron a la fuerza francesa que había permanecido en vigilancia constante
en el interior del templo. No se cumplió la promesa; fueron ejecutados el 27 de
junio. Se llamaban Ramón Mas, carpintero de ribera; Julián Portet, espartero; y
Pedro Lastortras, cerrajero”.
En recuerdo de estos
mártires de la independencia existe hoy un monumento instalado en la plaza
Garriga i Bachs, junto a la catedral de Barcelona.
C O N C L U S I O N E S
Tal como recogen
múltiples historiadores, si la resistencia contra el invasor francés fue
generalizada en toda España, posiblemente fuera en Cataluña donde esta lucha
resultase más feroz. Además de la rebeldía pasiva de la inmensa mayoría de la
población, ocurrieron episodios bélicos extraordinarios, como las batallas de
El Bruch, la defensa en los sitios de Gerona y de Tarragona, así como otros
hechos de armas de menor envergadura; de todo lo cual puede concluirse que los
catalanes, en su inmensa mayoría, no aceptaban al invasor pacíficamente.
Por otra parte es digno
de resaltar cómo estos hechos históricos, tan señalados e incontrovertibles,
son hoy silenciados (cuando no deformados) por la historiografía dominante.
¿Por qué el nacionalismo catalán omite cualquier referencia a la Guerra de Independencia? Lo
que aflora, entre todos los acontecimientos de aquella, es la gesta de un
pueblo, sin distinción de clases, que lucha por sus libertades (entendidas a su
manera)…y por su propia esencia como parte de la nación española.
Barcelona,
septiembre de 2013